El pulso del arte, museos y exposiciones en México

Hace 100 años nacía en la isla inglesa de Wight, Joy Laville, una niña que vivió cerca del mar y del arte, a la que los avatares de la existencia traerían a México en 1956 y la volverían mexicana y creadora de una pintura que podría pensarse naïf -quizá por la elección de la paleta de colores o la nula pretención del virtuosismo técnico-, pero vista con detenimiento resulta inquietante y profunda.

“La pintura de Joy Laville es una confirmación de que todos podemos llegar a ver nuestros sueños, incluso sin recordarlos al amanecer. Son lienzos donde se respira el gozo que llora, la congoja que ríe, las sombras que hablan desde el más allá y los cerros que parecen morados de tan entrañable atardecer, tan nuestra la lluvia y ese balcón donde alguien siempre cuida macetas y más macetas con flores diminutas que parecen las conversaciones supuestamente interrumpidas que sostienen las parejas nonagenarias, platicando ya para siempre, cuando nadie los ve, como si volvieran a caminar juntos sobre la playa lila donde no se ven huellas, el traje de encaje invisible, las perfectas filas de palmeras que se inclinan según los vientos, o el oleaje de un azul pálido, acuarela al pastel, casi turquesa líquida, párrafo entrañable”, dijo Jorge F. Hernández de la pintura de Joy Laville, que en la celebración del centenario de su nacimiento es arropada por el Museo de Arte Moderno en una exposición sobre el silencio y la eternidad.

La exposición es, en palabras de la directora del Museo de Arte Moderno, Natalia Pollak una mirada a la compleja carga existencialista de la obra de Laville y a la manera como ella, a través de sus espacios silenciosos y serialidad refleja una profunda reflexión sobre la condición humana y estará abierta al público hasta finales de octubre de 2023.

Texto: Gabriela Mosqueda

Museo de Arte Moderno

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CDMX