¿Por qué una obra de arte cuesta lo que cuesta? ¿Quién dicta los precios de algo que se supone engrandecedor del espíritu? ¿Quién decide que algo permanezca en una galería o un museo?
Desde hace tiempo hay quienes se han preguntado sobre ello. No necesariamente teóricos del arte sino gente común; en últimas décadas el auge del arte conceptual y diversas corrientes del arte contemporáneo han puesto a muchos a reflexionar sobre el valor de una obra y el mercado que la soporta, inclusive proveyendo de argumentos a críticos como Avelina Lésper, detractora eterna del arte contemporáneo.
Pero algo (poco) de cierto hay en los desafiantes postulados de Lésper, los mecanismos del mercado del arte parecen operar en la oscuridad -y de hecho lo hicieron durante mucho tiempo, es por eso que obras producto del expolio durante las guerras ha terminado en colecciones privadas e incluso en renombrados museos- y cuestionarlos no sólo parece sano, sino obligatorio.
Es aquí donde viene bien mencionar la misteriosa figura del street artist Banksy, un inglés que decidió apoderarse de las paredes y las calles para colocar su obra que era en esencia ilegal y efímera, pero parte de un movimiento que desde principios de los años 2000 intentó cambiar la percepción de que el arte es algo reservado a los recintos cuasi monacales como los museos y las galerías; iniciando además una conversación sobre lo que está dentro y fuera de ellas.
En un panorama amplio de artistas en general caracterizados por su irreverencia, Banksy, de quien no se conoce a la fecha su nombre ni su cara, se popularizó por sus representaciones de ratas y una obra con un humor simple que se volvió cada vez más crítico, si bien la naturaleza de sus creaciones le impedía profundizar en muchos temas.
¿Se puede entonces estar 'afuera' y ser arte?¿Y si simplemente me coloco 'dentro' del arte? Durante un siguiente periodo de experimentación Banksy se dedicó a saltarse las trancas del establishment y el proceso que decide lo que ocupa las paredes de un museo y simplemente colocó su obra con resultados más exitosos en unos casos, como el British Museum que decidió incorporar la obra a su acervo sin mayores cuestionamientos, o en otros en los que se consideró como una violación mayor a la seguridad de la institución y un asalto al status quo.
Recientemente nos enteramos de uno de los últimos stunts del artista, quien habría construido un marco con una trituradora de papel camuflajeada lista para activarse en el momento en el que la obra saliera a la venta.
La idea surgió como una crítica a las casas de subastas -una de las más famosas mundialmente, Sotheby's- que constantemente suelen presentar a la venta obras cuya procedencia es dudosa o desconocida, y cuyo valor de venta es cuestionable debido a que generan jugosas ganancias para ellos como intermediarios. Una revisión a este poco escrupuloso mundo del comercio de arte.
La idea era entregar una obra a una conocida suya, quien no proveería de mayor información a la casa de subastas y conocer así el precio por el cual esperarían venderla, momento en el cual activarían el dispositivo para que se destruyera el lienzo en su totalidad, cancelando así el valor de la obra y evidenciando las prácticas de esta sección del mercado del arte.
Irónicamente parece que la obra ha incrementado su valor a partir de que fuera parcialmente triturada.
Pero Banksy continúa trabajando en diferentes ángulos críticos de la sociedad, algunos de los cuales atañen al arte específicamente y a su modelo de comercialización. Mientras lo hace su fama y el enigma de su identidad crecen y lo convierten en un personaje casi mainstream.
Compartir esta publicación:
Únete a mi lista de correo electrónico para recibir actualizaciones e información.
DE MUSEOS © 2025 - Todos los derechos reservados.
Para ofrecer las mejores experiencias, utilizamos tecnologías como las cookies. El consentimiento de estas tecnologías nos permitirá procesar datos como el comportamiento de navegación o las identificaciones únicas en este sitio.