Situada en la Colonia San Miguel Chapultepec, Casa Gilardi es la última obra de arquitectura del jalisciense Luis Barragán. La fachada rosa es el contacto con el exterior, la forma de mostrarnos al mundo, mientras separa lo extrospectivo de lo introspectivo. El arquitecto resalta la predominancia de la dualidad, contrastando elementos en el espacio; la fachada austera, los interiores más elaborados, estancias de luz y oscuridad, paredes lisas y rugosas en mezcla sintética entre tradición y modernidad.
Al solicitar a Barragán para la obra, incluso luego de su retiro, la Jacaranda que se encuentra en el patio interior fue el principal desafío y motivación para que el arquitecto hiciera el proyecto; “No derriben el árbol, porque la casa va a girar alrededor de este árbol” le dijo a los dueños de la casa, cuando visitó el terreno.
Al adentrarnos en una casa de Barragán sentimos su presencia, ella siente nuestra presencia. En la casa Gilardi, las estancias de color, luces y sombras determinan el inicio y fin de cada espacio, el zaguán, como el tunel que nos conduce íntimamente al interior de la casa, al contraste con la escalera iluminada con luz natural, que despliega nuestro recorrido. Las puertas revelan otros espacios que una vez abiertos generan nuevos sentimientos e interconectan las habitaciones integrando diferentes colores.
El estudio de la arquitectura vernácula mexicana, la obra de Le Corbusier y la psicología del color de Josef Albers se condensaron en la visión integradora de Barragán. “Los verdes se los dejo a la naturaleza” dijo mientras erigió los inmensos muros de morado y rosa que rodean el patio colmando todo de una absoluta serenidad. Líneas rectas y espacios cuadrados o rectangulares moldean la arquitectura, teniendo en cuenta los ciclos naturales y las temporadas, sin dejar de valorar las necesidades humanas y naturales.
Algunas ventanas incluso pintadas con pintura y laca (moteado) para generar color en los interiores, como en el pasillo amarillo que conduce al espacio conjunto del comedor y la piscina. Este lugar de comunión, fecundado por un rayo de luz sobre la alberca, que además conecta con el patio interior generando un recorrido armónico.
Los muebles de la casa fueron diseñados por el propio arquitecto y gran parte de la selección de obras de arte y artesanías mexicanas fue realizada por él, incluyendo la frecuente presencia de la obra de su amigo Chucho Reyes. Esculturas, pinturas y sonidos, todos conviven solemnemente en el lugar que deben estar, como una escena nostálgica del imaginario mexicano. Ni más ni menos, en un balance entre racionalismo austero y la tradición recargada y estridente.
La casa aún habitada por la misma familia, se muestra al público como tal, no es un museo, sino una casa que él diseñó. Cada espacio mantiene sus funciones originales, aún más alta la jacaranda florece morada e inunda el patio de flores cada primavera.
Texto: Armando H. Sorzano
Gral. Antonio León 82, San Miguel Chapultepec
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